(Escrito por Roxana Campos)
Llego a Chimkowe, el lugar de
encuentro, al final de avenida Grecia. Parecía
la entrada a un recital de algún grupo gótico, todos vestidos de negro como exigía
la invitación al taller. Algunos se cambiaban de ropa ahí mismo, casi todos tenían puesto un trapito blanco con el nombre
pegoteado en el pecho; yo, mal, no lo tenía. Tampoco tenía la impresión del email,
obvio que no me había llegado. Yo entre a la página de Santiago a Mil cuando
las inscripciones estaban cerradas, mandé cartas a todas las productoras de
Romero Campbell y nada. Decidí ir igual, porque sé que en Chile
“siempre hay alguien que no llega”.
Había ambiente de escuela, de nervios,
como de audición a algo. Me regalaron un trapito flaquito, que me pegue como
pude en el pecho. Junto a Pancho Reyes
hacíamos la cola, con un sol de aquellos, yo con mi canasto, el termo con té, la botella de agua, la colación
(que todos llevaban porque el taller era de 14 a 20 horas), y el kiosco quedaba
lejos. Las productoras de Romero Campbell estaban superadas por esta horda de
actores, profesores, estudiantes, bulliciosos e impacientes. En medio del caos se
escucho una voz de señora en argentino que nos subió y nos bajo, que
esto era gratis … (me acorde de la escena de los argentinos y chilenos que se
agarraban a combos en su obra, rogué porque nadie le fuera a pegar a la pobre
señora , que además era una “amorosa”)
Entramos corriendo, apurados para
tener el mejor asiento, todavía creo
pensando en el recital o el partido de futbol, sin dimensionar en la que nos
estábamos metiendo… Y ahí pasa algo en mí, al verla a ella junto a sus actores terminando de limpiar, de ordenar, con una
generosidad, un amor, una rigurosidad, humildes, corriendo la banca, dándolo
todo. El tiempo cambió la respiración se hizo más lenta, estaba entrando al campo energético de Ariane Mnouchkine y el
Teatro del Sol. Habían preparado en ese enorme gimnasio un espacio delimitado
en el que tendríamos que “jugar” con una cortina naranja de fondo que habríamos de cruzar y “dar la
vida en ello”.
“Al pasar la línea”, nos diría Ariane
más adelante, “entras al templo del arte, no trasgredas la línea, no te cruces
por el escenario, date la vuelta, entrarás y el espacio te hará algo, porque es
un espacio dedicado a los espíritus”. Nos habla del Natia Shastra, tratado de
artes dramáticas hindú, en el cual le dedican 10 páginas a la preparación del escenario.
Ella lo hace para nosotros, que íbamos a ser 350, pero que solo alcanzamos a
ser 270. Yo estaba en lo cierto: siempre hay alguien que no llega. Los chilenos
somos “cambiantes”, por decirlo suave.Nos da la bienvenida. Se disculpa por el escenario.
No la satisface por completo, dice que tiene que haber un equilibrio en la sala,
(yo la encontré preciosa). Pero ella es tremenda, graciosa, implacable, tajante,
inteligente, aguda. Me recuerda a alguna de mis maestras de chamanismo, mujeres
de medicina mapuche o mexicana, que son así, te mandunguean, pero con amor,
porque saben que tienen la razón y porque de verdad quieren lo mejor para
ti y no les cabe en la cabeza que seamos
tan pavos. Son mujeres que caminan su rezo. Ariane Mnoushkine es así, me gusta,
vuelvo a ser niña, estudiante, me pongo a prueba, porque sé que independiente
de ser mejor actriz, saldré transformada de ese lugar de encuentro, será una
experiencia de vida para todos....